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Al hablar de trastornos conductuales en nuestros niños, lo primero que nos viene a la mente, es el TDAH o Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, uno de los trastornos de conducta más diagnosticado en la niñez; sin embargo, existen otros trastornos, que presentan las mismas características que el TDAH, que pueden confundirse con el TDAH y que en algunas ocasiones llegan a coexistir con él.

Comencemos por el TDAH, el trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, es un trastorno de origen neurobiológico, que se caracteriza por un nivel no apropiado de inatención, hiperactividad e impulsividad, que afecta el comportamiento del niño, tanto en su ambiente escolar, como familiar. Sin embargo, existen otros trastornos y causas físicas, que pueden provocar en el niño, estas mismas características, ( inatención, impulsividad e hiperactividad, comportamiento desafiante, problemas en las relaciones interpersonales, problemas de aprendizaje, etc.).

Dentro de los trastornos asociados al TDAH, que pueden presentarse con él encontramos:

Trastorno de Ansiedad: En el niño con TDAH, puede llegar a desarrollarse un trastorno de ansiedad, que  suele presentarse como inquietud, impaciencia, cansancio, irritabilidad y problemas de concentración. Dentro de estos, los más recurrentes son: ansiedad por separación, ansiedad generalizada y trastorno obsesivo compulsivo.

Trastornos del Aprendizaje:   El niño con TDAH, por lo general presenta problemas académicos. Estas problemas, pueden manifestarse tanto en la lectura, como en las habilidades de escritura y matemáticas, pues las dificultades cognitivas y la impulsividad que los caracteriza, los lleva a contestar incluso antes leer las preguntas.

Trastorno de Conducta Disocial: Este es uno de los trastornos más graves de conducta y uno de los que con mayor frecuencia se presenta entre adolescentes.  Se caracteriza por una forma persistente y reiterada de comportamiento agresivo, en el que los adolescentes suelen quejarse por todo, amenazan e intimidan, se meten en problemas y pueden llegar a mostrar crueldad no solo hacia los animales, también a los demás. Es importante tomar en cuenta que algunos de estos comportamientos, son propios de la edad por lo que se debe considerar la frecuencia, duración y recurrencia del comportamiento negativo, antes de considerar el trastorno.

Trastorno Depresivo: Tanto los problemas de aprendizaje, como  los problemas sociales a los que se enfrenta un niño con TDAH, pueden generar en él, sentimientos de preocupación y tristeza, que van a repercutir en la percepción que tenga de sí mismo. En estos niños, la depresión puede presentarse como irritabilidad, aumento o pérdida del apetito, falta de energía, falta de sueño o mucho sueño, dificultad para la concentración,  y para que se considere depresión, este comportamiento debe estar presente la mayor parte del tiempo.

Trastorno del Espectro Autista: Los niños dentro de este espectro, se caracterizan por presentar problemas de interacción social, de comunicación y patrones de conducta repetitiva. De estos niños, son los diagnosticados con Asperger,  los que presentan muchas similitudes con los niños con TDAH por lo que hay mayor incidencia en el déficit de atención en ellos.

Trastorno Oposicional Desafiante: Es uno de los trastornos que con mayor frecuencia se presenta en niños con TDAH. Se caracteriza por un comportamiento hostil, negativo, desafiante y desobediente en el que se presentan, enojos frecuentes, pataletas, tendencia a molestar a quienes le rodean lo que provoca una mala relación con los padres, hermanos, demás miembros de la familia e incluso con los compañeros  y profesores del ambiente escolar.

Trastorno de tics o Tourette: Este es un trastorno hereditario, que se caracteriza por movimientos o vocalizaciones involuntarias, rápidas y recurrentes que permanecen durante más de un año.

Trastorno por Uso de Substancias: Cuando el TDAH se mantiene sin atender hasta la edad adulta,  tiende a aumentar el riesgo de desarrollo de trastornos por consumo de sustancias adictivas.

Algunas causas físicas, como las deficiencias visuales y auditivas, convulsiones, traumatismos craneales, una mala nutrición, el exceso o falta de sueño debido a trastornos del sueño o al mismo ambiente en el que el niño vive, etc., pueden llegar a causar  problemas de atención  en el niño.

El miedo, la depresión o las secuelas de abusos y abandonos que haya padecido, también pueden llegar a ser causantes de estos problemas. De ahí la importancia de hacer una buena evaluación, completa y profesional, que incluya además de las pruebas necesarias, una buena Historia Clínica, que aporte los datos suficientes para hacer un correcto diagnóstico del trastorno, ya que un mal diagnóstico, conduce a un tratamiento erróneo, que terminaría siendo perjudicial para nuestros niños, pues incrementaría la posibilidad de llegar a desarrollar otros trastornos.

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