El 4 de Junio pasado, fue el día mundial del niño inocente víctima de agresión y por esta razón es prudente abordar el tema de la disciplina de nuestros hijos aunque sea un tanto controversial. Todos hemos escuchado el típico dicho “más vale una nalgada o un grito a tiempo”, pero no todos estamos de acuerdo con esta expresión ni con estos métodos de corrección. Ambas las nalgadas y los gritos se consideran como diferentes tipos de agresión. No es necesario que sea un golpe grave o una palabra muy ofensiva para que se considere significativamente dañina o traumática para un niño.
El proceso de ser padre es sinónimo de crecimiento y así como el padre va conociendo a su hijo mientras crece así también se va conociendo a sí mismo. Los padres descubren situaciones, hábitos y actitudes que no sabían que les estresaban o que les molestaban y como todo ser humano ante cualquier estímulo desagradable toman una actitud defensiva o enfadada. Por esta razón es importante aprender a llevar este proceso de crecimiento lo más sano posible, incluso puede ser terapéutico ya que nos demuestra cuales son nuestros propios problemas y nos motiva a arreglarlos.
Es importante recordar que los niños con padres agresivos o punitivos son más difíciles de educar ya que los hijos son el reflejo de sus padres y todos somos el espejo de nuestras emociones. Si educo a mi hijo con gritos o golpes es natural que el niño tenga una ración negativa a estímulos desagradables como esos. Algunos padres son más explosivos que otros pero si aprendemos a identificar estas pequeñas acciones que nos hacen enfadar vamos a tener la capacidad de modificar nuestra respuesta para un bien propio y consecuentemente el de nuestros hijos.
Estas son algunas recomendaciones para intentar controlar el enojo al corregir a los hijos:
- Condicionar una respuesta positiva repitiéndose consecutivamente las siguientes frases:
- Estoy enojado pero puedo controlarme
- Los accidentes pasan
- Yo soy el adulto aquí, debo de actuar como tal
- Me enojo con el hecho, no con el niño
- Mantendré la calma así todos aprendemos algo
- Identificar específicamente las situaciones o actitudes del niño que le molestan e intentar comprender por qué le enfadan. Recuerde que el niño conoce muy pocas formas de expresar sus necesidades y estas acciones puede ser una manera de decirle que necesita algo. Es su deber como padre indagar sobre qué es lo que necesita el niño.
- Hacer introspección sobre qué lo mantiene de humor irritable. Por ejemplo el trabajo, su pareja, situación económica, malestar físico, evento aislado o situación familiar.
- Al empezar a pensar cosas como “¡este niño está intentando arruinarme la tarde, no solo ya tengo suficientes problemas!”. Tenga presente todos estos eventos o problemas son externos y aislados a su hijo y él no tiene por qué recibir agresión verbal o física.
- Retírese del lugar o aíslese hasta lograr calmarse para luego regresar y hablar con su hijo sobre qué fue lo que le molesto y explicarle por qué no lo debe de volver a hacer. Los niños son seres racionales y entiende con palabras y diálogo perfectamente. No se necesita una nalgada ni un grito.
Aprendamos a escuchar las necesidades de nuestros hijos en lugar recurrir a la agresión verbal o física y así poder drenar esa energía en soluciones positivas.
Bibliografía recomendada:
- Patrick Fanning, D. L. (1996). When Anger Hurts Your Kids: A Parent’s Guide.
(Cuando la ira hace daño a sus hijos: una guía para los padres de familia)